“Mi primer día en los Lakers, quedé con el equipo en el Ritz de Washington D.C., y a la 1:30 de la mañana alguien llamó a mi puerta. Después descubrí que Kobe no duerme demasiado. Me senté en la cama, creo, y él se sentó en la mesa que había al lado de la televisión. Me dio la bienvenida al equipo, y después me dijo que era ‘el momento de ir a por todas’. Era el momento de ganar. Él sentía que yo podía llevarle de nuevo a la cima, y quería asegurarse de que yo lo supiese. ‘Ésta es nuestra oportunidad’, me dijo. Fue convincente (intenso) y muy significativo.
Éramos perfectos juntos.